Pequeños detalles

181403_10201131540987961_80409063_nAyer fue un día lluvioso en Valdivia, y aproveché, con esa calidez de la combustión lenta y  las gotas de lluvia en las ventanas, de abrir la tapa polvorienta de mi piano y tocar un poco… Encontré un impromptu de Schubert que tenía pendiente estudiar, y comencé a “hincarle el diente”… no pasó mucho rato antes de darme cuenta que debía hacer un poco de “técnica” pues me he puesto floja y mis dedos estaban algo tiesos. Así como iba calentando y estirando un poco, recordaba lo que me enseñaron mis maestros desde que entré a estudiar piano a los 9 años … luego, miré mis pies sobre los pedales del piano y se aparecieron aún más recuerdos y pensamientos, sobre lo importante y maravilloso que había sido que mi profesora Bárbara, hace ya unos 15 años, me haya encargado mi adaptador de pedal a Europa, porque ella quería que yo tocara el piano como sus demás alumnos, y creyó en mí a pesar de mis problemas de salud, débil contextura física y baja estatura. Quizás en su momento no expresé todo el agradecimiento que le tenía por su gesto y confianza, y creo que incluso no supe darme cuenta de la envergadura de este “pequeño detalle”, que fue uno de los grandes pequeños detalles que me facilitaron la vida y me ayudaron a sacar mi licenciatura en interpretación musical en el conservatorio de la Universidad Austral, y de estar muy cerca de obtener mi título de intérprete, el cuál por múltiples excusas, no he sacado aún.
Hay personas que a veces me observan y creen que soy “un ejemplo” por tocar el piano, para lo cual, no se basan mucho o nada en como toque, sino en la contradicción que les causa que una persona con alguna discapacidad sea capaz de hacer algo que consideran tradicionalmente como “virtuoso” y que sólo ciertos dotados pueden hacer. Yo creo que cualquiera con un poco de ganas y quizás una pizca de talento lo logra (y de hecho son ya bastante los casos de personas con discapacidad que han mostrado con creces sus talentos), y lo mío no fue un gran don, fueron ganas y… mucha OPORTUNIDAD…

El piano, mi silla de ruedas y yo cuando tenía 10 años, ¿compañeros incompatibles?
El piano, mi silla de ruedas y yo cuando tenía 10 años, ¿compañeros incompatibles?

Esos “pequeños detalles” que mencioné anteriormente: el adaptador que mi profesora encargó para que yo pudiera a tocar con pedales, sus enseñanzas, la ayuda de mi primera profesora de piano en conseguir una beca, la confianza que tuvo la profe Mercedes, que apenas estuve un año con ella pero me enseñó mucho igual y me ayudó en la preparación para entrar al Conservatorio de Valdivia, y la confianza y paciencia de mi profesor Armands, que incluso tuvo que ayudar a mi madre a acarrearme a mí y mi silla por las escaleras, cuando estuve con lesiones (fracturas) que me impedían subir. Y por supuesto la dedicación de mi madre por atravesar Santiago (desde Maipú a Vitacura) y esperarme todos los días que tenía clases. y luego volver a hacerlo en Valdivia. Probablemente se me escapan muchos “detalles” de ellos y de más familiares y amigos.

Luego de lo anterior ¿se podría decir que pude tocar piano gracias a mi talento? Yo lo dudo… pude tocar porque tuve las oportunidades, porque se sumaron un montón de ayudas y confianzas, que otros incluso hoy no tienen, de desarrollar sus talentos y de sobrepasar las barreras que la sociedad y la ciudad les pone.
Y un detalle importante, para que esta historia no suene a un clásico reclamo, ni menos a una auto-congratulación:

Que existan personas que hayamos tenido la oportunidad de estudiar o desarrollar talentos, teniendo una discapacidad, en estos días, también es gracias al avance que como sociedad hemos tenido. Aunque no podemos quedarnos estancados en que la sociedad ha progresado, y en que las personas con discapacidad ya no se quedan como adornos en sus casas. Aún falta para que todos podamos tener iguales oportunidades, para que no tengamos que ver a familias haciendo esfuerzos sobrehumanos para que sus hijos o parientes accedan a iguales oportunidades que otros, y para que no se sigan perdiendo talentos y creando más frustraciones.
Todo lo anterior, además de agradecer las oportunidades que he tenido, resumen las razones por las que debo seguir trabajando por una sociedad más inclusiva, y espero dejar aunque sea un pequeño aporte y no sea en vano.
No obstante, mi sólo esfuerzo no es suficiente, y es por eso que escribo acá y es por eso que insisto, majaderamente, con la app de Ciudad Fácil, ya que si como sociedad y ciudadanos no vemos la importancia de dar iguales oportunidades a todos, donde la accesibilidad universal juega un papel preponderante, no vamos a poder continuar avanzando.
Confío, y constato, que son ya muy pocas personas las que discriminan y excluyen a otros en forma explícita, la mayoría quiere ayudar y ser “buena onda”, pero lo que necesitamos es ese “cambio de switch”, que en vez de ayudar a otro a subir una escalera,  construyamos rampas, que en vez de dar limosnas en campañas de caridad, creemos escuelas y universidades inclusivas donde TODOS puedan estudiar y luego ganarse la vida en un trabajo digno y gracias a sus méritos, como cualquier persona, y no por el hecho de que otro por lástima o RSE lo tenga que recibir.

Lo tradicional es más simple pero… ¿Cuánto tiempo pensamos continuar haciendo lo mismo para pasar realizar esos “pequeños detalles” que pueden cambiar la vida y el mundo de otras personas?

NOTA: ¡Gracias a Alejandra por la revisión de mi texto! 🙂

 

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